Giovanna había descubierto por mera casualidad dicho material, cuando por olvido la muy pendeja de mi tía dejó abierto su vestidor privado. Giovanna buscaba una prenda muy “in” para ese día (su fiesta de graduación) y al ver el closet con la llave pegada decidió buscar, hasta que se encontró con un video VHS si título, detrás de la sección de abrigos de su madre. Después de semejante hallazgo lo único que hizo fue llorar y acto seguido hablarme por teléfono para que urgentemente fuera a verla. Estaba hecha una fiera, pataleaba de rabia, de tristeza, de impotencia, de dolor, de angustia, de madre y media. Quería acusarla con su padre Gonzalo, ante lo cual pude persuadirla de que eso era un error, gravísimo error. Por fin la convencí abrazándola fuertemente y suplicándole que sacara una copia a la llave del closet y que lo tomara con calma (Que estúpido, ¿no?). Le dije que su madre era libre de coger con quien fuese y que su vida era de ella, solo de ella. De mi tío Gonzalo no hablamos nada, ¿Para qué?. El señor padecía una parálisis de medio cuerpo y era un cadáver viviente.
En un intento mayúsculo para que no se le ocurriera hablar de más, comparé la relación que sosteníamos ella y yo, al fin y al cabo primos consanguíneos. No está bien, ¿Verdad?. Pues igual tu mamá, le decía yo. Sin embargo a Giovanna, en el fondo, le importaba un pepino con quién cogía Malala. Le dolía el engaño a su padre, al buen Gonzalo, hombre muy probo, honorable y de principios y que seguramente también se imaginaba que su mujercita era toda una experta en las artes amatorias y mamatorias, sin duda.
Todo esta era y sigue siendo la muy puerca de mi tía, hasta que en una ocasión, aprovechando la salida de mi tíos al rancho de Hidalgo, pude disfrutar completamente de las fantasías vertidas en ese video prohibido. Eran de risa, y sin embargo me excitaban. Ahí me ves gozando de las cogidas que le propinaban a la tía Malala. Yo sudaba al máximo y después de tremenda erección (debe de decirles que estoy muy bien, calzo grande según me dicen), no me contenía más. Los gritos de Malala me prendían. Ella gritaba ¡Más! Y más le daban. Llegué a contar cinco orgasmos seguidos. ¡Que aguante!. Así se las gastaba la puta de mi tía. Todo se convirtió en un self servis ritus. Jalármela de a diario y disfrutar del video a solas (obviamente saqué una copia y el original supongo aún lo conserva la tía). Para ese entonces aún no había conocido a Birna, mi actual esposa. Todas las noche esperaba ansioso la llegada de Giovanna para llevármela a mi alcoba y cogérmela de una y mil formas. La acostaba, la tiraba, le levantaba las piernas, se me subía, me le subía, la nalgueaba, la mordía, y bueno, como les decía en un principio, todo era coger y coger, hasta que un mal día (maldito 8 de marzo, aún lo recuerdo), cogíamos muy sabroso y que prendo la video y el televisor. Quería fornicar al estilo de mi tía viendo las imágenes juntos. Giovanna se puso histérica (en si ya lo estaba) y se me abalanzó hecha un animal salvaje. Me juró que jamás se volvería a acostar conmigo, que yo era un depravado enfermo y que en mi vida volviera a dirigirle la palabra. En la madre, la había cagado, aunque aún no concibo sus entupidas palabras que me recetó. Si ella y yo habíamos hecho cosas peores, como meterle la mano con puño y todo, u orinarla en la cara y en sus tetas mientras ella solita se metía el dedo, o tragarse todo mi semen en cada eyaculación externa que teníamos. ¿Por qué se asustaba entonces?, digo… malo que le propusiese que cogiéramos los tres, eso si sería muy poca madre, o… ¿Será posible esto algún día?, ¿Se imaginan…?
Tecamachalco, Septiembre del 2003
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