martes, 6 de octubre de 2009

CHACHAREARTE

El Tianguis de San Juan
Por El Costra (Ciuda Neza)

Es como un vicio, como algo inevitable. Es esperar a que llegue el domingo para, desde muy temprano, iniciar el peregrinaje. Casi siempre llegamos crudos, a veces todavía pedos. Al principio iba por acompañar a la banda. Ahora voy solo, por amor al arte, por encontrar una oportunidad, por descubrir, por adquirir lo que no se puede comprar en tiempos de crisis. Aquí uno puede encontrar de todo. Su procedencia: incierta. Pero eso que importa (bueno, eso digo yo). Aquí he comprado un buen de cosas de marca: mis lentes Ray Ban, mis tenis Converse, mis pantos Levis, mi reloj Mido, mi cinto D & G y harta ropa de primera (la del cocodrilito ese, ¿Cómo se llama?... ¡Ah, si, Lacoste!). ¿Cuánto me hubiera gastado si esto lo hubiese comprado en alguna tienda de esas que dicen son de prestigio?. Claro, no es lo mismo. Aquí uno se confunde. Aquí no eres más que aquel. Aquí tu dinero vale lo mismo que el de allá, ese que va caminando… En este tianguis he encontrado todo. Hasta el amor. La morrita con la que ando es de aquí, de la Carmelo Pérez. Esto del tianguis está bien, aunque uno se debe andar con cuidado, ya sabes, la rata huele y te llega de jalón.

En ocasiones también le hago al vendedor aquí. Hace unas semanas todavía vendía discos piratas, de a quince y de a treinta los serigrafiados. Me surtía en tepis y por una mínima cuota me dejaban vender. Si sale, pero no es lo mismo vender que acá, divisar, chacharear, buscar hasta encontrar algo bueno. Digo, si lo hice fue por necesidad, ya sabes, la mala racha, pero bendito sea Dios que ya pasó. De esas veces que no se te da nada, que por más que le buscas no se te hace. Pero eso ya pasó. Ayer volví a lo mío, al arte de chacharear. Con lo poquito que llevaba me hice de buenas cosas, es cuestión de buscar y buscarle bien.

En alguna ocasión me encontré a los compas de la Tepozanes, pura banda pesada, y va, que me invitan un trago de chela. Estábamos hablando de ondas muy densas. El Cocoliso nos parlaba sobre lo importante que es leer. A el le gustaba la lectura, siempre con sus libros bajo el brazo. En su cuarto siempre hay un chingo de libros y posters de exposiciones, del Ché Guevara y por ahí uno de Maribel Guardia. Decía que ella era su musa inspiradora para escribir (ah, también escribía). Ese día nos recitó de memoria unas líneas dedicadas a la historia de la mujer. Ya ni me acuerdo que pex con lo que decía. Que si la forma y el fondo, la rima y que los sonetos son su especialidad. La plática estaba chida, allí, en pleno tianguis, junto al puesto del Igor, quien vende armazones, plumas, puros, y demás mamaditas. En eso que llega el Miguel, un cuate que organiza peleas de perros. Llevábamos ya ocho caguamas y que me dicen, Costra, invítate las oxtras, ¿No?. Va, tenía varo y que las pongo. Estábamos el recién llegado Miguel, el Cocoliso, el Woody (otro güey dizque intelectual), su vieja la Malecha (ella vende lociones gabachas en el puesto de al lado), el Tira (un güey que según es afi) y su seguro servilleta. Chupe y chupe todos, en buena onda hasta que se le alocó al Miguel. Ya se quería agarrar a madrazos con el Tira. Que paramos la bronca y ahí acabó la plática, ya todos a medios chiles. Entonces que le digo al Woody y al Cocoliso que la siguiéramos en mi cantón (yo vivo en la Evolución) y va. Que se hace, pero primero, eso si les avisé, déjenme ir por mi ruca que estaba chachareando al fondo, allá, antes de llegar a la Riva. Ella estaba buscando ropa y cosas de viejas, ya sabes. Se peinó mi señora mano. –Si, ya vas a empezar de briago y al rato que…
-Aguante reina, nomás estamos un rato y ya le paramos. ¡Qué se enputa!. Se largó y me dejó hablando a solas. En fin, si se enojó, que se encontente, ¿No?.

Noviembre del 2006

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