Miguel Inclán, admirable arquetipo del villano en el cine mexicano
■ Nosotros los pobres, Los olvidados y Aventurera, entre sus más destacadas participaciones
■ En contraste, en Salón México interpretó al noble y honorable policía Lupe López
■ Nosotros los pobres, Los olvidados y Aventurera, entre sus más destacadas participaciones
■ En contraste, en Salón México interpretó al noble y honorable policía Lupe López
En esa amplia, entrañable e intemporal galería de imágenes, que a base de impresionar las miles y miles de miradas al desencadenar ese mecanismo conocido como la persistencia retiniana, del cine mexicano correspondiente a la llamada época de oro, que inevitablemente se convirtió en la educación moral y sentimental de varias generaciones de cinéfilos nacionales, destacan los personajes, los gestos, las actitudes, pero sobre todo, los rostros de actores y actrices que se convirtieron en iconos, en los héroes y heroínas, en las razones que justificaban sobrellevar una difícil cotidianeidad, en la salvación para ese reducto sentimental en algún lado de nuestros atribulados corazones que se niega a entregarse a la depresión o el fatalismo, y en el boleto de escape (por algunos instantes) de la hostilidad del mundo real.
Pero por otro lado, en ese idílico mundo del celuloide también estaban los otros, las perfectas némesis de los virtuosos, esos ruines y viles personajes, que amenazaban con su increíble maldad y amoralidad el destino de los buenos; en nuestro cine los villanos tienen un lugar de excepción en nuestra memoria.
En ese grupo de turbios y crápulas individuos siempre destacaron las efectivas encarnaciones de un extraordinario actor, que por sus virtuosas entregas histriónicas se convirtió en el perfecto villano de nuestro cine (entre un pequeño y selecto grupo, para ser justos). La referencia es hacia la persona de don Miguel Inclán.
Para ilustrar lo anterior, no hay mejor manera que remitirnos a algunas de sus caracterizaciones y secuencias de su amplia y jubilosa filmografía. Por ejemplo, en nuestro cine no hay mejor lección de existencialismo y maldad pura que en la secuencia de ese clásico sentimental por antonomasia, Nosotros los pobres (1947), obra fundamental del discurso del cine urbano, dirigida por el prolífico Ismael Rodríguez, en donde el mencionado actor interpreta al cínico, pragmático, cobarde y malvado don Pilar, el portero de la vecindad donde vive el emblemático Pepe El Toro (Pedro Infante), padre de la incondicional y solidaria Celia La Chorreada (Blanca Estela Pavón), y quien por culpa de su adicción a la mariguana y el alcohol comete la villanía de robar un dinero que provoca el encarcelamiento del héroe y además, propina salvaje golpiza a la madre del noble carpintero.
Pero antes de que la trama se complique, en una genial escena en donde La Chorreada le reclama el desparpajo de su vicio al tormentoso sujeto, éste explota e intenta golpearla, lo que impide la madre de la muchacha, y justificando su furia y contrariedad declara una sentencia y máxima para la posteridad: “Uno tiene sus vicios por necesidad”.
Por otro lado, también es memorable la encarnación que realizó en la mitológica cinta de don Luis Buñuel Los olvidados (1950), en donde interpreta al músico invidente y ambulante don Carmelo. Resentido personaje, capaz de explotar a un extraviado niño indígena que recoge, de manosear con lujuria a la niña que le vende la leche de burra y de desear con fervor homicida, cuando la policía persigue y asesina con disparos de arma de fuego al (también entrañable) Jaibo (Roberto Cobo), la muerte de todos los niños callejeros y desamparados con un frenético: “Mátenlos, mátenlos a todos. Los deberían de matar antes de nacer”.
Inolvidable, también su interpretación como el sirviente, guardaespaldas y asesino a sueldo de la madame doña Rosaura (una genial Andrea Palma), El Rengo en la cinta Aventurera (1949), de Alberto Gout, el ejemplo mejor acabado del cine dedicado a explorar la figura trágica de la prostituta y las cabareteras, con la inmejorable participación de Ninón Sevilla como la sicalíptica Elena.
Pero como buen actor que era, don Miguel Inclán también exploró el otro extremo del espectro interpretativo cuando en el año de 1948 participó en uno de los dramas arrabalero por excelencia, Salón México, obra del apasionado actor y director Emilio El Indio Fernández, en donde interpreta con estoica paciencia al noble y honorable policía de barrio Lupe López, a quien, por culpa de la necesidad económica de su pretendida, la prostituta Mercedes (Marga López) y su tormentosa relación con su explotador, el “cinturita” Paco (Rodolfo Acosta), se convierte en un desgraciado amante, cuando su amada muere al confrontar a su proxeneta, quien huye de una persecución policiaca.
Es de esta forma que el genial intérprete dejó constancia de su extraordinaria capacidad como actor y de su característica “fealdad” que lo convirtió en uno de los grandes truhanes y antihéroe de nuestro cine.
El motivo de su mención es que el día de hoy el estimado actor arriba a su medio siglo de ausencia física y es obligado para sus miles de admiradores evocarlo con afecto y admiración, por esos momentos inolvidables que nos ha dado y que nos seguirá prodigando, gracias a sus perfectas caracterizaciones que lo inmortalizaron en el séptimo arte nacional.
Nacido en la ciudad de México, a principios del siglo pasado (se desconoce fecha exacta de nacimiento, algunos biógrafos mencionan que fue en el mes de enero de 1900 y otros aseguran que fue un año antes, el momento de su venida al mundo, es decir el año de 1899), con el nombre de Miguel Inclán Delgado. Hijo de un actor con el mismo nombre, integrante de una compañía itinerante de teatro, obtiene desde la cuna lo que será su destino profesional.
Debutó en el año de 1938 en la cinta de Alfredo del Diestro, titulada Nobleza ranchera, y a partir de ese momento participaría en más de 80 producciones, tanto nacionales como internacionales, trabajando con los mejores directores de la época.
Después de una prolífica, intensa y diversa carrera el inolvidable actor fallece en la ciudad de Tijuana, Baja California, el 24 de julio de 1956.
Hermano de la también actriz Lupe Inclán, además de su obra deja a la posteridad una dinastía de actores que involucra nombre como el de su hijo Miguel Inclán García y sus nietos y sobrinos nietos, como: Rafael Inclán, Raúl Chato Padilla y Alfonso Zayas.
A 50 años de su fallecimiento, la presencia del estimado actor sigue vigente gracias a esas perfectas y gozosas interpretaciones como el malo de la película
No hay comentarios:
Publicar un comentario